Nuestro ganador del concurso Reportero Broadaway, Andreu Rami, nos relata cómo vivió la experiencia entre bambalinas con La Cubana, no te lo pierdas: «Llegábamos al teatro media hora antes de la cita, nerviosos, comentando acerca de los diferentes espectáculos de la compañía de Sitges que hoy en día aún nos hacen reir como la primera vez que los vimos. Bajo el gran pastel de nupcias que preside la puerta del Tívoli, y mientras veíamos llegar a los actores vestidos de calle, reímos recordando los bocadillos de mortadela del “Cómeme el Coco Negro”, las canciones de la “mancheguita” sexagenaria Estrellita Verdiales o las brillantes acciones en la calle que hizo La Cubana en sus inicios. Ahora nos adentraríamos en el backstage de “Campanades de Boda”, el nuevo espectáculo de La Cubana, para conocer a los actores y descubrir cómo funciona todo detrás de la escenografía.

Entramos al teatro con Eirene, de Broadway Barcelona, y Pol, responsable de producción y prensa de La Cubana y guía de este particular tour cubanero. Con él cruzamos el Tívoli hasta los camerinos “de hacer vida”, aquellos donde los actores se relajan antes de las funciones. En La Cubana hay otros camerinos, los de vestirse y maquillarse, pero ésos están situados en el mismo escenario para facilitar el trabajo a los actores, que tienen que cambiarse en tiempos récord de vestuario y maquillaje en múltiples ocasiones.

Delante del espejo nos encontramos con María Garrido, Manolita en el espectáculo, ya veterana actriz de La Cubana. Ella fue la primera a quién abordamos con la pregunta con la que ganamos el concurso de Broadway Barcelona:

“Un espectáculo de La Cubana tiene una vida de unos 3-4 años, si hay suerte. Eso supone convivir durante muchas horas con la misma gente y en situaciones de lo más variopintas. ¿Es difícil esa convivencia profesional? ¿Se deben hacer muchos sacrificios?

María lo tuvo claro: “El teatro es como cualquier otra profesión, como somos humanos, te llevas mejor con una gente y peor con otra. En este caso tienes que aprender a convivir por la fuerza, a gestionar tus diferencias con tus compañeros, porque las funciones se tienen que hacer perfectas y no te puedes permitir que un problema personal con otro actor afecte a la calidad de lo que haces”.  Nos comentó que guarda grandísimos amigos de otros montajes de La Cubana y que surgen situaciones muy divertidas de esa convicencia tan intensa. Annabel Totusaus nos recibió al venir de las pruebas de sonido, cepillo de dientes en mano, y nos explicó todos los rituales antes de comenzar la función. Se felicitan la navidad, se chocan las manos al ritmo de campanadas… pero el más curioso es lo que le dice Mont Plans a Annabel justo antes de levantarse el telón: “No me’n recordo de res!”.

Continuamos avanzando por el backstage, donde conocimos al resto de actores que descansaban en el “rincón de fumar”, un callejón en la parte posterior del Tívoli. Nos saludaron muy amables y nos comentaron lo mucho que disfrutan trabajando en La Cubana. “Hay cosas que como actor, o las haces en La Cubana o no las haces nunca”, comentaba Oriol Burés, después de confesarnos que ocultó ser un fan total de La Cubana cuando entró a hacer los cástings, que son “entre una entrevista personal y un juego, muy divertidos”. La presencia de otros musicales también és un must en el backstage de La Cubana, pues para calentar Oriol siempre canturrea canciones de musicales. Nosotros le oímos de fondo entonar el inicio de Los Miserabes (“Pieeeeedaaad, pieeeedad… de aquí ya no saldrás…”)

Ya en la zona del escenario Babeth Ripoll nos enseñó cómo funcionan los dientes postizos que llevan todos los personajes. También conocimos a la enérgica Meritxell Duró, que, divertidísima… decidió caracterizarnos a todos nosotros como sus personajes. Nos puso las pelucas de la Tía Consuelo, Margot y la Rumana… ¡Y hasta nos sacó la Virgen y el rosario para que rezáramos al más puro estilo castizo! Un momento delirante y divertido con el que ya no pudimos evitar las carcajadas. Tras charlar un rato con ella y con Xavier Tena oímos el grito de “Quinze minuts!”. Los actores ya correteaban por el backstage vestidos y maquillados. Cruzamos el escenario y volvimos a platea, a tomar asiento para disfrutar como enanos esta obra maestra. Ver La Cubana siempre es excepcional, pero conocer a los actores y descubrir el gran engranaje con el que funciona un espectáculo tan completo hizo de la noche del 27 de septiembre una velada mágica.

Muchas gracias a todos por vuestra simpatía y vuestra calidez. ¡Y mucha mierda en lo que queda de boda!

The show must go on! (Con nuestro Reportero Broadway)