La Vampira del Raval, musical burlesco tragicómico que lleva más de tres meses en cartel en el Teatro del Raval, consiguió encandilar anoche al equipo de Broadway Barcelona y a todos los espectadores que, durante algo más de dos horas, fueron testigos de las fechorías de Enriqueta Martí; protagonista del musical y personaje real que ocupó las páginas de los periódicos catalanes de la época y marcó con ello, no sólo su historia, sino también la de todo un barrio, el conocido barrio barcelonés del Raval.

Ambientada en la Barcelona de 1912, cien años atrás y cuando todavía estaban abiertas las heridas de la Semana Trágica, el musical La Vampira del Raval consigue convertir la tenebrosa historia de una de las vecinas más polémicas del barrio del Raval, Enriqueta Martí, en un espectáculo musical, caracterizado por su tono burlesco y desenfadado. Un reto nada fácil que han conseguido alcanzar a la perfección los seis actores que protagonizan el musical: Oscar Muñoz, Mercè Martínez, Jordi Coromina, Mingo Ràfols, Roger Pera y Valentina Raposo.

El Subinspector Ribot, interpretado por Oscar Muñoz, va narrando de principio a fin la vida de la Vampira, papel que representa de manera magnífica Mercè Martínez, quien ejerce de prostituta, secuestradora y maltratadora de los niños del barrio del Raval, a fin de satisfacer las necesidades eróticas y terapéuticas de la alta sociedad barcelonesa, con la que se citaba a las puertas del Teatre del Liceu. A cambio de sanar enfermedades como la tisis o la hemofilia, y recuperar el cutis perdido de la juventud, la burguesía catalana le ofrecía grandes sumas de dinero, hasta que el caso de Teresita Guitart, destapó la naturaleza de las desapariciones de los niños del barrio y el oscuro motivo que se escondía tras los secuestros.

El Raval multicultural y en continuo progreso de la época dio un gran giro y conmocionó al mundo, una vez descubiertas las masacres acometidas por Enriqueta Martí, quién bajo un aspecto de mujer corpulenta y desaliñada atrapaba a las criaturas bajo su delantal. La Vampira y el Raval pasaron a estar en boca de la opinión pública y ocuparon las portadas de los periódicos de la época, hechos que ahora se reviven en clave de humor en el mismo barrio donde tuvieron lugar hace cien años.

El marido de Enriqueta, Joan Pujaló; El Marquès; Canut El Llardòs; la divertidísima chafardera, Claudina Elías; y el comisario José Millán, entre otros personajes, van dando a conocer al público los entresijos que acontecen al otro lado de las Ramblas en ocasiones, y en el barrio de Gràcia, en otras; hasta que, un avispado Ribot juega sus cartas para conocer el paradero de Teresita Guitart, la niña desaparecida. A este gran elenco los acompaña un cuarteto de músicos que tocan el piano, el violín, el clarinete y el contrabajo; sin olvidarnos del excelente papel que juegan las marionetas en el escenario, las cuales representan a los niños que en su día formaron parte de la historia real, y que maneja Valentina Raposo.

Después de disfrutar anoche del musical, no nos cabe duda alguna del éxito alcanzado por La Vampira del Raval, y entendemos a la perfección por qué han prorrogado su estancia en la ciudad condal, y es más, estaríamos de acuerdo en que se prorrogase una vez más. Los seis protagonistas, sus voces, el atrezo, el vestuario, la música, y como no, el significado del acogedor teatro en el que se representa, hacen que el espectador no pierda la atención desde el momento en que se acomoda en su butaca, hasta que, una vez fuera, recorre las calles del Raval de camino a casa, mientras tararea las pegadizas canciones del inspector Ribot o de la inolvidable chafardera.

La Vampira del Raval continuará encandilando al público hasta el 29 de abril, dando a conocer la historia de Enriqueta Martí, a través de un gran musical que representa una historia real, que combina humor, música y tragedia, y que sube al escenario inocentes marionetas que consiguen enamorar a los espectadores. Haciéndonos eco de sus palabras, ayer tuvimos ante nosotros “los horrores más grandes y los amores más sublimes”.

The show must go on! (en el Raval barcelonés)